domingo, 12 de febrero de 2012

NO PODRÁN TAPAR EL SOL CON SUS MANOS

Salah se retrasa unos minutos. Nos proporciona el habitual margen de cortesía de entrevistado a entrevistador. Durante ese tiempo aprovecho para escrutar el lugar. El edificio donde se encuentra la Misión Diplomática de Palestina en España está hecho de piedra. Es sencillo y elegante en el exterior, y sobrio y humilde por dentro. La sala en la que esperamos a Salah Abu-Kaoud, jefe de la Agregaduría de Prensa de la Misión, apenas la decoran unas pocas fotos de hermosos paisajes palestinos y una de Yasser Arafat, ex presidente de la Autoridad Nacional Palestina.

No hay control de seguridad. No se aprecia ninguna intención de esconder nada. Lo que se ve, es lo que hay, aunque quizá pequen de exceso de confianza.

Salah llega con la prensa nacional bajo el brazo. Es un hombre afable y cercano. Nos invita a entrar en su despacho, pulso el botón de grabar y comenzamos la entrevista. Lo primero que destaca de los refugiados palestinos es que estos conforman el grueso de la población refugiada actual en el mundo, un tercio de ésta para ser exactos. Además de ser los más numerosos, los refugiados palestinos son los más antiguos. Esto se debe a que la mayoría de refugiados son resultado de conflictos bélicos o catástrofes naturales y, normalmente, una vez solucionados los problemas, los refugiados retornan a su hogar. Efectivamente, si no hay hogar, ¿dónde pueden regresar? Éste es sin duda el problema más preocupante e indignante del conflicto árabe-israelí que viene sucediendo desde hace más de sesenta años.



El número exacto de refugiados palestinos es difícil de contabilizar. No obstante, la cifra que maneja el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es de 4,62 millones de refugiados palestinos.

Muchos de ellos se han establecido o han nacido en distintos países. Sin embargo, la respuesta a la cuestión “¿De dónde eres?” de cualquier palestino a quien se pregunte, haya nacido en Egipto o en Líbano, en España o en Estados Unidos, es siempre la misma: “Yo soy palestino”.

Tres días después acudimos a la Embajada de Israel en España. Tras más de veinte minutos de riguroso control de seguridad, llegamos al despacho de Oren Bar-El, Ministro Consejero de la Embajada. No se permiten grabaciones, ni fotos; la información es prácticamente off the record.

Al principio, preguntas inocentes para introducirnos en materia. Una vez marcado el camino, preguntamos al Ministro sobre la resolución 194 de la ONU, promulgada en 1948. Según ésta, “todo palestino tiene derecho a regresar a su hogar y los gobiernos o autoridades responsables deben pagar indemnizaciones a título de compensación por los bienes de aquéllos que decidan no regresar y por todos los bienes que hayan sido perdidos o dañados”. Más de sesenta años después observamos que el gobierno israelí empieza a permitir el retorno de algunos palestinos por temas de reagrupación familiar. Oren Bar-El declara que a pesar de que Israel seguirá permitiendo más reagrupaciones, los refugiados palestinos “no son asunto suyo” y en ningún caso consentirá la vuelta de todos ellos.

No obstante, Oren señala que por muchas reagrupaciones que se efectúen, el problema en la convivencia diaria entre palestinos e israelíes no se resuelve con medidas políticas.

El Estado de Israel cuenta con una población de 7.588.400 habitantes, de los cuales dos millones aproximadamente son palestinos. De permitir Israel la vuelta de los 4,62 refugiados palestinos (sin incluir a los desplazados o palestinos establecidos ya en otros países), la población israelí pasaría a estar en minoría. Esa es la razón lógica que se desprende del por qué de las reticencias israelíes a permitir el retorno de los refugiados.

Tras la proclamación del Estado de Israel en 1948, la mayor parte de los palestinos que habitaban la zona donde Israel pretendía establecerse se vieron obligados a huir. Hubo algunos que decidieron quedarse y adoptar la nacionalidad israelí –los denominados árabe-israelíes– y otros muchos optaron por la resistencia.

Entre los que huyeron, hubo quienes emigraron a distintos países (Líbano, Jordania, Estados Unidos o países europeos) y consiguieron comenzar una nueva vida. Sin embargo, la inmensa mayoría se vio obligada, por falta de medios y/o recursos, a establecerse en campos de refugiados donde muchos verían después nacer a sus hijos e incluso a sus nietos.

Nacer y vivir como refugiado

La situación de los refugiados palestinos en los campos es digna de denunciar. En muchos casos no disponen de agua potable ni electricidad, por no hablar de medidas de higiene. A pesar de la excelente labor de organismos multilaterales como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) o la United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees (UNRWA), que aportan atención médica, comida y agua, mantas, etc. y de las contribuciones de la Organización por la Liberación de Palestina (OLP), las condiciones de higiene y salubridad son infrahumanas.

La OLP ha puesto en marcha talleres de artesanía y confección, entre otras iniciativas, que proporcionan pequeños empleos a los habitantes de los campos de refugiados.

Las ayudas de países árabes ricos, como Arabia Saudí, en materia de alimentos o mantenimiento (mantas, medicamentos, etc.) juegan también un papel importante.

http://www.youtube.com/watch?v=BFh7HWWnG6o

De cara a la posibilidad de los palestinos –refugiados y habitantes de los territorios ocupados– a cursar estudios superiores, la OLP concede becas y ayudas destinadas a sufragar parte de las matrículas universitarias. En países como Líbano o Jordania, con un alto índice de población palestina, muchas personas se hacen cargo de estos estudiantes palestinos y pagan parte de esas matrículas. Aun así, el resto suelen abonarlo los propios estudiantes, lo que supone un gran sacrificio para las familias.

La mayoría estudia en universidades palestinas, las cuales tienen buen nivel y prestigio a nivel internacional.

El palestino no es un pueblo analfabeto. Se trata de personas, en general, con un alto nivel cultural y con inquietudes, y cada generación llega más formada. Están preparados para tomar las riendas de su legítimo territorio.




La diplomacia internacional

Preguntamos a Salah por la estrategia diplomática y política del gobierno palestino. Afirma que se va a reformar la OLP, máximo órgano de representación del pueblo palestino, para agrupar en ella a todos los movimientos políticos que hasta ahora no han tenido representación. Se trata de una estrategia basada en la unión de todas las fuerzas para conseguir unos objetivos perseguidos durante largo tiempo.

Hamás, al cual Salah no incluye al hablar de la estrategia política, no ha conseguido calar en esta sociedad. Y es que hablar del pueblo palestino no es hablar de un pueblo especialmente religioso y, mucho menos, fanático-religioso.

El relativo éxito del Movimiento de Resistencia Islámica Hamás tuvo su razón de ser tras las reiteradas negativas e incumplimientos por parte de Israel de la legalidad internacional. El pueblo palestino desesperó. Se dio cuenta de que ni sus esfuerzos ni las incontables resoluciones y posteriores ratificaciones de la ONU conseguían la retirada de Israel de los territorios ocupados. La frustración se hizo exasperante y se materializó en la Primera Intifada y años después en la Segunda. Dado que los laicos –tanto la OLP como la Autoridad Nacional Palestina– no avanzaban, el pueblo palestino vio una posible salida a sus problemas en Hamás, esperando que estos pudieran lograr lo que los anteriores no habían conseguido. Esto no hizo más que darle a Israel una justificación para sus acciones y un discurso basado en la necesaria defensa de los civiles israelíes ante un gobierno terrorista, como era el de Hamás.

Más allá de esto, los informes de la ONU hablan de un total de 19 mil muertos judíos frente a 35 mil palestinos desde 1950. El armamento utilizado en ambas matanzas también suele diferir bastante. El uso desmesurado e indiscriminado de la fuerza por parte de Israel es un hecho y los datos así lo reflejan.

Hacemos hincapié en las resoluciones emitidas por parte de Naciones Unidas sobre el conflicto. Vinculantes o no, todas ellas son la voz del máximo órgano legal internacional. Desde que se proclamó el Estado de Israel se han promulgado/ratificado en total más de 100 declaraciones, de las cuales Israel no ha cumplido 46. Podemos discernir que Israel lleva décadas violando la legalidad internacional apoyado por el veto de Estados Unidos, su aliado fundamental. Por la experiencia en otros países, sabemos que existen distintos mecanismos para conseguir que se acate la legalidad internacional: desde el boicot o las sanciones hasta, en última instancia, la intervención militar. Curiosamente, Israel es inmune a todos ellos.

En 2011 el pueblo palestino dio un paso importante a nivel internacional con su entrada en la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Obviamente, tanto la iniciativa de la Autoridad Nacional Palestina como el beneplácito de la mayoría de los países, no sentaron nada bien a Israel y Estados Unidos. Este último retiró su aportación económica de la organización, que suponía el 22% de la financiación total de ésta.

Además de estas presiones directas recogidas por los medios de comunicación por parte de Israel y Estados Unidos a organismos internacionales, según Salah han existido incluso “amenazas personales” a Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina.

La batalla diplomática no acaba aquí. La Autoridad Nacional Palestina ha anunciado que acudirán a la Asamblea General de la ONU, donde no hay derecho a veto (Israel y Estados Unidos no podrán entorpecer la demanda), para pedir la admisión de Palestina como Estado independiente número 194 en pleno derecho de Naciones Unidas.

Oren Bar-El nos dice, al hilo de esta cuestión, que Israel ha estado y siempre estará dispuesto a negociar, y que cualquier acción o declaración unilateral por parte de la ANP entorpece y dificulta cualquier posibilidad de acuerdo. La postura de Israel es inamovible en este sentido. Por supuesto, las negociaciones y acuerdos internacionales le benefician. El poder económico y estratégico de Israel en el mundo es indiscutible y a efectos prácticos, cualquier país que pretenda una posición activa en el orden mundial establecido ha de cooperar y favorecer unas buenas relaciones tanto con Israel como con Estados Unidos. Nadie lanzaría piedras contra su propio tejado.

Israelíes que se desmarcan

La convivencia pacífica entre palestinos e israelíes en los territorios ocupados existe. Es escasa, pero existe. Hay asociaciones de israelíes que luchan contra su gobierno y ejército en pos de la libertad y la dignidad de los civiles palestinos. Habitualmente ciudadanos israelíes acuden a los check points para protestar pacíficamente ante el ejército. Tristemente, estos movimientos no gozan de mucho respaldo y aún no fluyen en la opinión pública israelí. Salah destaca la importancia de hacer consciente a la sociedad israelí de las injusticias con que se azota al pueblo palestino. Sólo así se conseguirá una oposición firme y decisiva frente a las políticas israelíes.

También son muchos los voluntarios extranjeros que acuden al lugar para protestar. Incluso hay quien ha perdido la vida por esta causa. El Ejército israelí pone muchas trabas a la entrada de estos voluntarios, además de que tienen autorización para encarcelarlos o expulsarlos del país. Pero este asunto se desborda y cada vez suena con más fuerza. “Creen que pueden tapar el sol con sus manos”, concluye Salah. Sus palabras reflejan una mezcla entre fuerza y lástima.



A pesar de que el pueblo palestino sólo reclama un 20% de todo el territorio que poseía hace algo más de sesenta años, Israel no cede.

La prepotencia y despotismo que, más allá de la diplomacia y politiqueo, se aprecia en el trato de la mayoría de israelíes a palestinos, contrasta con la vulnerabilidad y flaqueza de estos últimos. Cómo seguimos consintiendo que esta agresión a la integridad y a los Derechos Humanos siga vigente tras más de medio siglo.

El derecho de un pueblo a establecerse en un lugar con un nombre y un territorio propio es inalienable e indiscutible. En este caso hablamos de dos pueblos. La diferencia estriba en que uno de ellos ejerce un dominio feroz sobre otro que se defiende, por lo general, lanzando piedras.

Salah es optimista y pese a su edad, no está cansado. Tampoco lo está el pueblo palestino. Y es que cada generación viene más preparada y decidida a pelear por lo que le corresponde. Lejos del olvido, el pueblo palestino sigue luchando.

http://www.youtube.com/watch?v=1thYIySntFg&feature=related


Yasmina Mitrovic Arenal

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