lunes, 13 de febrero de 2012

EL DESPRECIO A LA CIENCIA, UN DESPRECIO AL FUTURO

EL DESPRECIO A LA CIENCIA, UN DESPRECIO AL FUTURO

La ciencia en España ha sido desde hace años un sector con graves problemas. Desgraciadamente, la llegada de la crisis económica mundial no ha hecho más que agravar esta situación.

Tal y como apuntan varios investigadores el problema de la ciencia en España recae sobre varias cosas pero, sobre todo en una falta de financiación y medios técnicos para poder llevar a cabo investigaciones. La falta de centros mixtos, los medios técnicos, o la percepción de la ciencia por parte de la sociedad, son otros de los problemas percibidos en el sector científico español.

Despidos, ERES, recortes, subida de impuestos… ante el panorama desolador, ¿qué importa la ciencia para el ciudadano que no llega a fin de mes o que no tiene que comer?



La ciencia, es el presente y el futuro. Cuando se despide a un investigador estamos paralizando un trabajo que no sólo ofrece empleo a un número de personas, sino que puede ser la cura para esa enfermedad que tiene su tía, su padre o su hijo. Cuando el ciudadano acude al médico a hacerse una prueba, la maquina que permite diagnosticar su enfermedad es la labor de la ciencia. El tren que le lleva a esa entrevista de trabajo en el que tiene puestas sus esperanzas y a la que debe llegar a tiempo, es la creación de un grupo de investigadores. 

Es cierto que no debemos poner todas nuestras esperanzas en la ciencia, pero no debemos relegarla a un papel terciario sin importancia. La ciencia es el amigo oculto de la sociedad que soluciona los problemas de todos pero  al que nadie concede importancia. 

¿Qué es la ciencia, innovación, tecnología y desarrollo? 

Según la página Web del recién bautizado Ministerio de Economía y Competitividad “El Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica (Plan Nacional de I+D+i) es el instrumento de programación con el que cuenta el sistema español de Ciencia, Tecnología y Empresa para la consecución de los objetivos y prioridades de la política de investigación, desarrollo e innovación tecnológica de nuestro país a medio plazo, según se define en la Ley de la Ciencia y en la Estrategia Nacional de Ciencia y Tecnología (ENCYT).” 

Es decir, el Plan Nacional de I+D+i, es la base de la investigación sobre temas tan relevantes de la sociedad como la salud, la tecnología aeronáutica, el motor o incluso el comercio.  

La Ley de la Ciencia y de la Estrategia Nacional de Ciencia y Tecnología (ENCYT) es el documento que se elabora para regir las políticas de ciencia y tecnología nacionales y regionales. El actual ENCYT fue creado en 2007 y expira, en principio, en el año 2015. Entre los objetivos de la Ley se encuentran principios tan básicos como poner la I+D+i al servicio de la ciudadanía, el bienestar social y el desarrollo sostenible; hacer del sector un factor de mejora de la competitividad empresarial o reconocer y promover la I+D como un elemento esencial para la generación de nuevos conocimientos. A través de esto se pretende se pretende logar situar a España en la vanguardia del conocimiento, promover un tejido empresarial altamente competitivo y difundir la ciencia y la tecnología fuera de nuestras fronteras.
Hasta el momento, ninguno de los objetivos se ha cumplido. Como veremos, España s encuentra a la cola de Europa, los últimos indicadores de calidad relegan al país a un papel secundario, y en cuanto a trabajos científicos publicados en más de una clasificación se encuentra en posiciones bastante retrasadas en comparación con sus vecinos europeos. La crisis económica iniciada en 2008 es una de las razones de este retraso científico que sólo parece empeorar con los años. 

La Crisis y la visión cortoplacista del gobierno 

Actualmente, nos encontramos inmersos en un contexto de grave crisis económica global. El mundo entero está sufriendo recortes, paros, retrasos. Sin embargo, la deficiencia en el mercado español con respecto a la ciencia es aún más recio que en el resto del mundo. 

Joan Guinovart, director del Institut de Recerca Biomèdica (IRB) de Barcelona, explica que el presupuesto científico se divide en dos partes, por un lado, las subvenciones (para las investigaciones) y por otro lado, los créditos (para la construcción de, por ejemplo, parques científicos). Es decir, por un lado, hablamos de gasto de la Administración pública y por otro tratamos el gasto o la inversión de las Empresas en el sector.  A su vez, el gasto en I+D se fracciona en distintos sectores, tales como la Educación Superior o las IPSFL (instituciones privadas sin fines de lucro). 

Uno de los peores errores de la política española con respecto a la inversión en I+D+i es la visión cortoplacista que contempla. Si nos fijamos, la propia Ley ENCYT está construida a “medio plazo”, es decir, sin vistas al futuro. Sin embargo, tal y como apuntan varios científicos, la ciencia no funciona ni a medio ni a corto plazo. 

El neurocientífico, Juan Lerma, decía: “La ciencia mira a muy largo plazo, necesita estabilidad, continuidad y perseverancia. La rentabilización apresurada de los hallazgos científicos es peligrosa y puede dar al traste con sistemas de I+D aún frágiles como el español.” 

El sistema político, cegado por esa visión bipartidista e inmovilista en la cual una vez llegado al poder se destruye la labor del anterior gobierno, no es conciente de que la investigación científica no es labor de un día ni de dos, sino el esfuerzo y la constancia de años.





 



Desde hace años los gobiernos, sobresimplifican los mecanismos de transferencia del conocimiento, inconscientes de que el motor de la ciencia no es la creación de patentes a corto plazo que beneficien al sector privado, sino la perseverancia de años de investigación.

La investigación científica es un largo camino lleno de altibajos, en el que una visión a corto plazo significa dar muchos pasos atrás en el desarrollo científico. Por ello, es trágico que el gobierno no enfoque las inversiones I+D+i adecuadamente, pues al final, la tal y como afirma Amaya Moro-Martín, investigadora del programa Ramón y Cajal e impulsora de la Plataforma por una investigación digna, “No se puede prescindir de la ciencia básica, no hay atajos.”   

Esta visión cortoplacista se traslada a la inversión monetaria en el campo de la ciencia. Analicemos los presupuestos generales destinados a la ciencia en los últimos tres años:

En 2009 según el Instituto Nacional de Estadística, el gasto en I+D ascendió a 14.582 millones de euros. Apenas un 1.38% del Producto Interior Bruto del País. Durante 2009, en los albores de la crisis económica mundial, se perfiló un descenso de 0,8% con respecto al año anterior. El sector empresas disminuyó su gasto en un 6,3% mientras que la Administración pública lo aumentó en un 9,5%. 

Un año después en 2010, el gasto total en esta partida cayó en un 1,7%.  Por su parte, el gasto empresarial se redujo un 2,4% mientras que el gasto público cayó un 0,9%. En términos de Producto Interior Bruto esto significa que la inversión del estado en Ciencia se redujo desde un 1,38% a un 1,35%. 

Con estas cifras, España se encuentra bien por debajo de la media Europea, la cual se sitúa en un 2,01%. Además, se aleja cada vez más del objetivo de la Unión Europea de llegar a dedicar un 3% del PIB en Ciencia, Innovación y Desarrollo. Aunque bien es cierto que debido a la crisis mundial el propósito previsto para 2010 discurre con retraso para toda la Unión Europea. 

Ya lo alertó la Comisión Europea este pasado mes de junio, “el bajo nivel de inversión de las empresas en I+D tiene un impacto negativo en el rendimiento de España en materia de tecnología e innovación y en su capacidad de producir tecnologías competitivas a nivel mundial y nuevos productos intensivos en conocimiento.”  Es decir, el bajo nivel de gasto en I+D de las empresas españolas (0,72%) que se sitúa casi a la mitad de la media comunitaria (1,25%), no es suficiente para el propio país y mucho menos para salir de la crisis. 

Como ya hemos apuntado, una buena inversión en I+D significa la creación de productos tecnológicos (maquinaria, trenes de alta velocidad, productos químicos y farmacéuticos…) y una vocación exportadora, de la cual España claramente carece.


Como podemos ver en la gráfica superior, la evolución del gasto en Inversión y desarrollo ha ido aumentando a lo largo de los últimos años, pero a partir del 2008 se mantiene o bien estable o bien se reduce.

El resultado es irrisorio si al mismo tiempo comparamos la inversión española con el gasto en I+D+i de otros países desarrollados. Mientras que en España el gasto de 2011 en I+D+i fue de un 1,3% del Producto Interior Bruto, países como EEUU dedicaron un 2,7%, Japón un 3,3%, Alemania o Islandia un 2,3% de su PIB.

Robert-Jan Smits, director General de Investigación e Innovación de la Comisión Europea está convencido que para salir de la crisis lo mejor es apostar por ciencia, investigación e innovación. No hay duda, de que la innovación es el futuro, una forma de hacer que crezca la economía y de crear nuevos empleos, además del añadido primordial, del beneficio que supone para la humanidad la creación y el avance científico y tecnológico. Smits no duda en afirmar que la situación española es muy complicada, “España está en una encrucijada, un momento histórico en el que tiene que elegir si quiere convertirse en una economía basada en el conocimiento- entonces debe invertir drásticamente en I+D o si continúa en su posición actual, estancándose.”

Desgraciadamente, España parece haber elegido el estancamiento o así lo constata el caso más polémico y problemático de los últimos meses: el cierre de una de las mayores apuestas en ciencia de España: El Centro de Investigación Príncipe Felipe.


La crisis muestra su cara más fea: El Centro de Investigación Príncipe Felipe

El Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) es considerado internacionalmente como, “uno de los centros de investigación sobre células madre más importantes del sur de Europa. Una bandera de la investigación española,” destacaba Ludovic Vallier, de la Universidad de Cambridge, Reino Unido.

El centro fue creado en marzo de 2005 con la intención de ser un lugar puntero de investigación para la mejora de la salud humana, dónde se aplicarían las tecnologías más avanzadas para desarrollar nuevas terapias y métodos de negocio. Actualmente, tal y como denunciaba la prestigiosa revista Nature en noviembre de 2011, se ha convertido en un centro al borde de la quiebra.

El CIPF se inauguró con una plantilla consistente en aproximadamente 300 trabajadores, 250 de ellos investigadores, sin embargo, el 25 de noviembre del 2011, 113 de ellos se fueron a la calle por un Expediente de Regulación de Empleo.

Mientras que en 2009 contaban con un presupuesto de 25 millones de euros al año, el recorte previsto para el 2012 es de un 75%. Es decir, los investigadores contarán con apenas 2,2 millones de euros para trabajar. Esto supone, además de las pérdidas de empleo, el cierre aproximadamente de 14 laboratorios y 16 líneas de investigación.







El centro, tal y como explicó Rafael Pulido, presidente del comité de empresa del CIPF, Rafael Pulido, “se quedará vacío […] con un equipamiento científico que sólo cogerá polvo. Será un centro de investigación fantasma. Se trata de la extinción del centro". 

Para mayor desgracia, la desaparición de 14 líneas de investigación (algunas tan relevantes como el cáncer o la medicina regenerativa), no sólo implica el fin de esos estudios, sino que según Asunción Montaner, miembro del comité de empresa, “será "muy difícil" seguir manteniendo el nivel de competitividad de las áreas que permanecen abiertas”.

La petición del Instituto de Investigaciones Biomédicas “Alberto Sols” firmada por más de 5000 investigadores e instituciones, explicaba claramente lo que estas pérdidas significaban además de para el CIPF, para el país: “Este hecho representa un tremendo golpe a la investigación biomédica en el país. Además se perderán importantes sumas de dinero que diversos programas de investigación nacionales y extranjeros han concedido a los investigadores del Centro en convocatorias públicas y altamente competitivas.”

Ya lo dijo, Consuelo Guerri, ganadora del premio Mafred Lautenschlager Award, que donó su premio de 25.000 euros al CIPF: “Si cortas el grifo en ciencia durante un año luego te puedes pasar 10 tratando de recuperarte. Y, generalmente, no lo logras. España padece ese retraso, multiplicado por muchos años, y mira cómo estamos”.

Desgraciadamente, el caso del Centro de Investigación Príncipe Felipe no es el único. En Galicia, durante el pasado mes de noviembre, 17 investigadores de alto nivel engrosaban las listas del paro al finalizar el programa Parga Pondal y sin solución de continuidad aunque eso era lo que les había prometido la Universidad de Santiago. ¿La razón? Medidas de austeridad, según defendía el rector, Juan Casares.

Sin embargo, José Pereira, decano de Ciencias de la Comunicación, argumentaba: "Sucede que la contratación de estas personas no es un gasto, sino una inversión. Su gran nivel aumenta el prestigio de esta universidad, por no hablar de la calidad docente. Estos son los buenos, por los que hay que apostar".

Tristemente, estas becas eran las últimas que recogían un compromiso de continuidad. Las convocatorias que siguieron al programa también sufrieron el drama de la crisis.


¿Y Ahora qué?

Ante la salida del PSOE del gobierno y la investidura del Partido Popular, surgió la incertidumbre entre los científicos españoles. ¿Qué pasaría con la ciencia? ¿Seguiría teniendo un ministerio propio? ¿Pasaría a formar parte del ministerio de Educación como en muchos países europeos? O ¿Recaería en el Ministerio de Economía y Competitividad?

Finalmente, el PP optó por la tercera opción y los más de 850.000 científicos españoles temblaron de miedo ante el temor de que primará lo comercial por encima de la investigación.

Casi tres meses después de que el PP tomase el poder, aún está por ver como en nuevo ministerio, denominado “Ministerio de Economía y Competitividad” llevará la “Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación”. Pero, sí hay una cosa clara, la investigación científica no es ninguna fiesta, sino un factor clave para un modelo económico basado en el conocimiento.
En España el PP sólo entiende de crisis, y ha recortado las subvenciones y préstamos en I+D+i en 600 millones de euros.

El futuro de España se recorta. Recordemos lo que dijimos al comienzo del artículo: “Sin ciencia no vamos a ninguna parte. Sin continuidad en las políticas de I+D no vamos a ninguna parte. Sin conocimiento no vamos a ninguna parte. Cortar el grifo a la investigación científica es pan para hoy y hambre para mañana,” declaraba Juan Lerma.

Desgraciadamente, no sólo ha habido un recorte desproporcionado en los presupuestos, sino que además, la convocatoria de proyectos de investigación Fundamental no Orientada del Plan Nacional de I+D+i, y el programa de Formación de Personal Investigador, columnas vertebrales del sistema de ciencia español han quedado paralizadas.

Estos dos programas competitivos son los más importantes dentro del panorama científico español ya que financian la labor de miles de investigadores. Asimismo, el trabajo de laboratorio, aparatos de análisis, personal de apoyo, etcétera, se paga fundamentalmente con cargo a estos proyectos.

Aunque se buscan otras fuentes de financiación tales como planes de la UE, las comunidades autónomas o los contratos con empresas entre otros, gran parte de la comunidad científica depende del Plan Nacional de I+D+i.

El Plan tiene un funcionamiento laborioso y extenso. Cada científico presenta su proyecto, que debe ser revisado y evaluado entre científicos antes de que el Ministerio publique el dictamen. Casi un año después, llega al centro del investigador la financiación asignada. Esto significa que los fondos del 2012 para los proyectos que arranquen en enero de 2013 se han quedado suspensos. Además, los Proyectos del Plan Nacional son trianuales. Esto se traduce en que al quedar paralizada la convocatoria de este año, una tercera parte de los grupos científicos quedaran afectados.

Ante este desolador panorama de recortes, despidos y falta de oportunidades, los investigadores huyen para buscar una oportunidad fuera. Algo nada extraño, ya que como declaraba Amaya Moro-Martín, investigadora del CSIC y miembro de la Plataforma Investigación Digna: “piensen qué mensaje se les manda a los estudiantes con los mejores expedientes: que se queden a hacer el doctorado en su misma universidad donde, si todo va bien, quizá se puedan estabilizar (tras una estancia obligatoria en el extranjero de uno o dos años- como si de un Erasmus se tratara). Esto es diametralmente opuesto a lo que se hace en EEUU: allí, a los estudiantes que quieren hacer el doctorados (y muy particularmente a los que tienen expedientes brillantes) se les anima a irse lejos, muy lejos, para que se formen en las mejores universidades o centros de investigaciones.”

Este inmovilismo que se percibe como un signo de mediocridad en la comunidad científica es lo que ha llevado a tres investigadores españoles a participar del “Proyecto SciFund” en el cual a través del ‘Crowdfunding’ o donaciones de los ciudadanos se busca financiación para la investigación. 
Jorge Mederos, Luis Valledor y Marisa Alonso, entraron al proyecto a través de un anuncio en Twitter. Los tres están de acuerdo al afirmar que la financiación para la ciencia sufre graves problemas en España.
Alonso que desarrolla su carrera en Inglaterra, ha señalado que "las convocatorias de contratos de investigadores son muy rígidas y necesitan más transparencia. Por el contrario, a la hora de resolverlas la flexibilidad es impresionante, teniendo que esperar el investigador y el grupo en que va a trabajar (o que está trabajando) durante muchos meses sin saber nada de nada”. 

"El incremento de recortes de presupuesto que viene sufriendo la ciencia desde hace muchos años y que empobrece el sector y es responsable en gran medida del éxodo de investigadores fuera del territorio también es responsable del descontento perpetuo de los investigadores que se sienten denigrados con unos salarios pésimos y en ocasiones también con condiciones laborales mediocres", denuncia Mederos.

A raíz de la crisis también surgen iniciativas inicialmente descabelladas pero que no lo deben ser tanto desde que reciben un apoyo masivo de la sociedad. Es el caso de la idea propuesta por el investigador, Francisco Hernández.

Hernández, físico de 26 años que trabaja actualmente en el grupo de neurobiología del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambride, propuso la creación de una “Casilla de apoyo a la ciencia en la Declaración de la Renta”. 

Desde su blog Resistencia Numantina, pidió al Gobierno un método de financiación similar al que tienen la iglesia o los fines sociales, pero para la ciencia.

El científico explicaba en su blog que la “investigación y la innovación son pilares fundamentales para el desarrollo de una sociedad moderna, y hemos demostrado muchas veces que los científicos españoles podemos ser tan buenos como los del resto de países si nos dan la oportunidad. Dado que nuestros bienamados líderes no parecen querer entenderlo, quizás haya llegado el momento de exigir que nos den la opción a nosotros. ¡Exige una casilla en tu declaración de la renta para poder dedicar un 0,7% de tus impuestos a la consecución de un mundo mejor!”

El joven que creó la iniciativa como una forma de remover conciencias ha logrado un apoyo de más de 280.000 personas en la petición de la Web actuable.es








Despreciar la ciencia es darle la espalda al futuro

La ciencia en España para desgracia de los investigadores siempre ha sido algo secundario en la mente de los políticos, es decir, aquellos con el poder para financiar el progreso de la investigación. La actual crisis económica no ha hecho más que agravar una situación que ya se venía perfilando como difícil.

Aquellos en el poder coinciden en que la inversión en I+D+i es fundamental para salir de la crisis pero pocos hacen nada. La petición del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Solis explica esta encrucijada muy bien: “No se entiende esta actuación cuando desde círculos del poder se dice que la investigación y la innovación son claves para salir del atolladero actual y poder pensar en un futuro mejor. Precisamente en épocas de crisis es cuando se ve la importancia de invertir en investigación, algo que no produce, en general, rendimientos inmediatos pero que puede asegurar una economía sólida a medio plazo. La investigación de calidad es fundamental y la biomédica incide en algo que se valora sobre todo: la salud.”

La crisis y la falta de percepción política están destruyendo un pilar de la sociedad. Despedir a un investigador no sólo es engrosar las listas del paro, es coartar una investigación sobre el cáncer, el Alzheimer, la exploración espacial o la biodiversidad. Despedir a un investigador es paralizar ese estudio de energías eólicas o impedir que ese parque termosolar que creará 50 puestos de trabajo entre en funcionamiento. Un buen proyecto científico no es sólo un avance para la sociedad sino también conlleva inversión extranjera y la creación de puestos de trabajo.

Interrumpir la labor científica, de innovación y desarrollo es menoscabar la calidad de vida de un estado no sólo en el presente sino también en el futuro. La ciencia no es turismo, ni comercio, ni siquiera industria. La ciencia lo es todo. La ciencia es innovar y romper con un sistema inmovilista, es planificar, crecer y evitar situaciones como la del Centro Príncipe Felipe. La ciencia es de dónde brota la competitividad, el progreso. La ciencia es avanzar, conocer.

La crisis económica es el enemigo de la ciencia. Lo reduce, lo diezma y lo aparta, pero sólo si se lo permitimos. Si no recortamos, si no desechamos a la ciencia como algo secundario, la ciencia nos puede proporcionar a través de la investigación y la búsqueda, una solución a la crisis. Siempre y cuando se lo permitamos, claro.

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