Israel prosigue sus expulsiones forzosas. Esta vez los afectados son alrededor de 2.300 beduinos de Cisjordania a quienes el ejército israelí pretende trasladar a una zona situada a 300 metros del vertedero municipal de Jerusalén.
Según informes del Ministerio de Protección Ambiental israelí, el vertedero recibe más de mil toneladas de basura diaria y no está vallado, lo que supone “un peligro de explosión e incendios” a causa del metano, además de la evidente contaminación del suelo y el agua.
La razón, la de siempre. Estas personas habitan zonas cercanas a asentamientos judíos ilegales que Israel quiere ampliar. “Ocupación”, “recolocación”, “espacio vital”, etc. son palabras que apestan a sionismo y que, desgraciadamente, continúan ocupando líneas y líneas en nuestra historia actual.
Yasmina Mitrovic Arenal
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